jueves, 29 de junio de 2017

ME ENCANTAN LAS NUBES

                                           







ME ENCANTAN LAS NUBES

¿Sabes? De entre todas las cosas bellas, salvajes y variadas con las que nos regaló la naturaleza para extasiar nuestros sentidos, como el mar con sus olas, las aves con sus vuelos y sus trinos, todas las criaturas mansas o salvajes… los ríos o las montañas… ¿Sabes? Pues a mí me gustan las nubes. De todas las cosas que hay para ver y contemplar en este mundo, entre todas ellas me gustan las nubes.


Que ¿por qué me gustan? ¡Ay¡ pues ¿qué te podría decir?
Me gustan… sobre todo porque pueden ser delicadas y mansas. Quietas, blancas como borlas de algodón…o como tiernos corderitos de suave y fino vellón; (aquellos que mentó Édison) Pero también pueden ser terribles, negras y amenazadoras como cajas de Pandora portadoras de truenos y haces de rayos que, al abrirla, salen veloces y se lanzan aquí y allá… sin mirar ni a dónde van ni a qué le dan.


Sí, ya sé que a veces se vuelven tan impetuosas y salvajes (las nubes son elementos totalmente indomables, salvajes e imprevisibles) que transformadas en potentes turbinas, desde lo alto sorben cuanto se pone a su alcance sin importar que sea el tejado de una casa, un árbol, un coche o un animal. 


En ocasiones, teñidas de un color verdoso… ¿o cobalto tal vez? hinchadas de agua del mar de donde toman su carga y su color, arrastran su panza verdillena y se deslizan por el horizonte soltando su equipaje de tempestades, confundiendo el mar y el cielo en un mismo borrón.


Pero a pesar de todo, a mí me gustan las nubes; sobre todo cuando, teniendo como fondo el lienzo limpio y azul del cielo se pintan acá y allá de algodonoso blanco. De matices y de sombras. De formas de capricho que lentamente van evolucionando hacia fabulosas figuraciones que superan la imaginación de quiénes, extasiados y maravillados, (como yo) no se cansarían nunca, nunca, de admirarlas.


Pero ¡Ay¡ ¡Cómo me gusta cuando al ocaso de la tarde, al recibir los últimos rayos del sol, las nubes, se pintan con colores de pastel¡ Rosa pastel, amarillo pastel, azul pastel… rojo de fuego pastel, violeta pastel… Y luego, en la noche (después que el gran astro de fuego rodó y se despeñó detrás de la mole del Montseny) con la pálida luz que la luna de plata les da, se arrebozan y pintan de plata y de nácar ellas también. 


De plata, de nácar, de azúcar… ¿ De pastel? De pálido pastel.
La cuestión es… sea por lo que fuere, ¡Y es que no lo puedo remediar¡ ¡Que me encantan las nubes¡ 



Miguel Sánchez Reina

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