domingo, 15 de julio de 2012


                                  Espinas  (Poema)                         


 
Allí está el grueso tronco, el roble viejo
Que la sombra nos dio de su enramada.
Más allá, por la hiedra coronada
La clara y mansa fuente su reflejo
De cristal lanza al aire, cuyo canto
Bullicioso tornóse en triste llanto.

Todo igual permanece pero triste
El lugar se tornó porque te fuiste.
Del perfume el romero no se advierte,
Del matorral las hojas se secaron
Y las flores, sin ti, se marchitaron
Una tarde perdidas por no verte.

Hasta el camino que en la lontananza
Se pierde llora sin tener consuelo;
Y así se arrastra preso en la añoranza,
Teniendo sólo el imperante anhelo
De hallar tus plantas, que una vez lo hollaron
Y tanto yo pisé que se borraron.

No se escuchan, tu ausente, en la pradera
De las aves los trinos, y la hierba
De esmeralda su brillo no conserva;
Y al faltarles la luz de tu mirada
A esta tarde, mi amor, de primavera
Con acuarela triste está pintada.

Yo aquí estoy como ayer, como mañana,
El pasado dichoso recordando.
El paisaje que fue también tu amigo 
     Y la fuente que claro cristal mana,                         
           Porque saben que estoy, mi amor, llorando
Tu partida también lloran conmigo.

Recuerdo bien la triste madrugada;
Con tu llanto mojaste mi pañuelo,
Y en él, a la penumbra colorada
 que a la hora que te fuiste vistió el cielo,
ví mi alma, que a la tuya acostumbrada
contigo, a mi pesar, emprendió el vuelo.

¿Qué hiciste con el alma, vida mía,
Que aquel amanecer se fue contigo?
Que al faltarme me falta la alegría
Y la paz, que no logro aunque persigo.
Ya de la negra tumba estoy al filo
Pues a mi vida se le rompe el hilo.

Tus manos de azucenas y azahares,
la grácil silueta de tu busto,
Tu voz, que de las ninfas son cantares;
Tu negra, tu sedosa cabellera,
De tu boca el dulzor que ya no gusto;
La tu pupila azul tan placentera...

Tu rostro candoroso, tu figura;
Tu gracia y juventud, tus mil caricias
Que fueron por tan breve mi locura
Y en el verano hicieron mis delicias,
Y tus mejillas de pecas pintadas
Cual flores por el sol arreboladas,

En mi pecho engendraron una rosa.
Rosa como el amor roja de fuego.
Rosa... la más fragante, flor divina,
Pero, ¡Ay¡ por tu ausencia dolorosa
La flor se marchitó, quedando luego
Tan sólo el tosco tronco y las espinas.

Troncos y espinas secos en mi entraña
que se volvieron mísera cizaña
la causa fueron de que fenecieran
las ilusiones que en mi ser sembré.
Tanto cariño mis sentidos dieran
Que más no tengo para dar. Doy fe.

                                              M. Sánchez             




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